En el siglo XVI, la ciudad de Acolman en el centro de México, era conocida por su importante mercado de perros. Sin embargo, a diferencia de lo que podríamos pensar hoy en día, no se trataba de un lugar donde se vendían mascotas, sino de un espacio donde se comercializaba una raza canina muy especial: el xoloitzcuintle.
Fray Diego Durán, cronista del siglo XVI, refiere en el capítulo XCVIII de su obra Historia de la Nueva España, el gran mercado de perros pelones que existía en la comunidad de Acolman, en donde se vendían en un solo día hasta 1400 perros.
Según este autor, los perros se utilizaban durante diversas festividades como alimento y para sacrificio por su importancia religiosa entre los antiguos mexicanos, sobre todo al final de la vida humana acompañándolos al Mictlán o “Paraíso”.
EL Xoloitzcuintle
Este perro sin pelo, también conocido como el perro mexicano, era considerado sagrado por los antiguos habitantes de México y se utilizaba para diversos fines, desde ceremonias religiosas hasta prácticas de curación. De hecho, se creía que su piel caliente y sin pelo tenía propiedades curativas, lo que lo convertía en un animal muy valioso en la medicina tradicional.
Acolman
El mercado de perros de Acolman era uno de los lugares donde se podían conseguir los xoloitzcuintles más puros y auténticos, por lo que se convirtió en un importante centro de comercio para esta raza canina. Aunque hoy en día esta práctica nos pueda resultar extraña o incluso cruel, en aquel momento se consideraba una actividad normal y aceptada.
Los perros que se vendían en el mercado eran tratados con respeto y cuidado, y no se les maltrataba de ninguna forma. Además, era un negocio muy importante para la economía local, ya que atraía a muchos compradores de otras partes de México y de países vecinos.
El xoloitzcuintle, además de su valor cultural y espiritual, era una mascota muy apreciada por su lealtad y fidelidad a sus dueños. Aunque su aspecto pueda resultar un tanto extraño, con su piel sin pelo y sus grandes orejas puntiagudas, estos perros eran muy cariñosos y amigables, y se convertían en parte de la familia para quienes los adoptaban.
Hoy en día, la práctica de vender perros en un mercado ha dejado de ser aceptada en muchas partes del mundo, y se han establecido normas para proteger a los animales de maltratos y abusos. Sin embargo, en el caso del mercado de perros de Acolman en el siglo XVI, es importante entender el contexto histórico y cultural en el que se desarrolló esta actividad, y valorar la importancia que tuvo para la vida de la ciudad y para la preservación de una raza canina única y especial.